Seguramente conoces a alguna persona que no puede evitar decorar todo aquello que dice con una o dos palabras malsonantes por frase. Y no me refiero a que utilice un taco, en un determinado momento, como un elemento enfatizador de aquello que está intentando transmitir. No. Me refiero a esas personas que no saben decir más de cuatro palabras sin meter entre ellas al menos un insulto, una palabra malsonante, una palabrota. Puede que incluso esa persona seas tú mismo o tú misma, porque es algo bastante extendido en todas partes. Siempre hay palabras feas para expresar cosas y, en ocasiones, su fealdad no le quita sinceridad. Tanto es así, que el filósofo chino Lao-Tsé dijo: «Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes». Son palabras que suenan mal. Pero, hasta esas palabras, tienen una función.
¿Qué sucede cuando estás sufriendo un malestar físico o psicológico (o ambos)?
Lo más probable es que no puedas evitar hablar de ello y, a buen seguro, no emplearás palabras bonitas para expresar lo que sientes. ¿Y sabes una cosa? No deberías reprimirte de hacerlo. Diversos estudios aseguran que las personas que sueltan tacos no sólo nos parecen más sinceras (recuerda lo que dijo Lao-Tsé) sino que, en el caso de tener un dolor físico, este disminuye. ¿Increíble? Sí, pero es cierto. En un estudio dirigido por Richard Stephens, profesor de Psicología en la Universidad de Keele (Reino Unido) hicieron que un grupo de personas metieran la mano en agua helada mientras decían palabras neutras o insultos de su elección. Aquellos que soltaron tacos de manera indiscriminada aguantaron mejor el frío que los que habían elegido palabras neutras.
¿Podríamos decir que las palabras malsonantes tiene una función terapéutica?
Pues en ese caso concreto, parece ser que sí. Sin embargo, en la mayoría de los casos, tiene la función de termómetro del malestar interno. Algunas investigaciones sugieren que las personas que tienen dificultades para controlar su lenguaje pueden tener problemas para regular sus emociones. Por lo tanto, el uso excesivo de palabrotas podría indicar una falta de habilidades de regulación emocional.
Un taco es una forma de abrir la válvula para soltar gas y, por ello mismo, nos indica cuando una persona se encuentra mal. Nos llenamos la boca de sapos y culebras tratando de conjurar el dolor y, aunque exista una pequeña victoria en ese sentido, el origen de ese dolor se queda como está.
Tiene mucho que ver con la incapacidad para expresar de un modo asertivo el dolor emocional que uno siente.
Así que podría parecer que soltar tacos a diestro y siniestro parece que es bueno. Sin embargo, no se trata de algo tan fácil como eso. Como casi todas las cosas relacionadas con los seres humanos, este asunto tiene muchas formas de verse y enfocarse.
Vayamos al origen de la palabra: «insultar» procede del latín «insultare», que significa asaltar. Así que un insulto es un asalto contra otra persona. Recordemos las sabias palabas del filósofo griego Diógenes de Sinope: «El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe». Es la forma elegante del famoso dicho de «Lo que dice Pepe de Juan dice más de Pepe que de Juan». Esto nos queda claro, pero… ¿y cuándo lo empleamos como una mera muletilla, sin intención de insultar a otra persona? Pues ahí nos puede provocar una pequeña sensación de alivio ante alguna circunstancia concreta, pero a la hora de la verdad, lo cierto es que no te ha solucionado nada. Ese insulto le perjudica al que lo dice.
Dicho de otra manera y resumiendo los párrafos anteriores: una palabrota está asociada a una expresión emocional intensa y se usa como una catarsis para aliviar un malestar emocional, pero su origen seguirá estando ahí. De hecho, existen personas que dicen palabras malsonantes como una forma normal de expresión, e incluso una de las causas para su uso más frecuente es el simple estrés (ese mal de nuestro tiempo que pocas personas se toman en serio). Ante situaciones estresantes o desafiantes, es normal que suframos una acumulación de tensión emocional. Es en estas situaciones cuando se puede producir un incremento del número de palabrotas. Las personas más cercanas a nosotros, o incluso nosotros mismos, debemos estar atentos a estos claros indicadores para saber que tenemos que resolver la situación que se nos puede estar enquistando.
Además, el mero hecho de emplear palabras malsonantes predispone al hablante a entrar en un círculo pernicioso de negatividad que impide manejar de manera correcta el estrés o cualquier tipo de emoción negativa. Y esto se produce porque no se desmenuza lo que hay detrás de esas palabras. Si por ejemplo digo “me cago en…” para indicar que estoy cansado de vivir un tipo de situación o expresar una frustración concreta, esto no ayuda a manejarlo de un modo productivo. Es mejor definir lo que realmente está pasando para resolverlo con acciones concretas o ideas que ayuden a estar mejor.
Por tanto, obsérvate y, descubre si usas demasiadas palabras o frases malsonantes, es porque la probabilidad de malestar y dolor es bastante alta.
Una manera de poder entenderte o entender a otras personas que les ocurra esto, es preguntar qué es lo que realmente quieres decir.
Por ejemplo:
Palabra malsonante o frase.
¿Qué es lo que realmente quiero decir?
Posibles respuestas:
Estoy cansado/a de…
Estoy frustrado/a por…
Me duele…
Así es más probable que des con el origen y te resulte más fácil llegar a una solución que influya en tu bienestar.
¿Dificilillo?
Podemos darle espacio para ver qué pasa.
Un abrazo fuerte
Rebeca Rogers
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