Bueno, todo depende un poco del profesional que te atiende.
Generalmente la primera o primeras sesiones te hacen preguntas para conocer a fondo el motivo por el que vas a consulta y hacer un historial donde se recaba información de diversa índole (personal, social, antecedentes médicos…). Las siguientes sesiones se dedicarán a trabajar las dificultades por las que has acudido, revisar tareas, tests, objetivos o cualquier otra cosa en las que os hayáis puesto de acuerdo el psicólogo y tú.
En mi caso hay un primer contacto de unos 15 minutos por teléfono, para conocer el motivo que te ha llevado a consulta y ver si hay buena sintonía desde el principio para trabajar. Esto para mí es muy importante porque vas a compartir ideas, hechos, reflexiones… que serán muy íntimas para ti y es necesario que haya buenas sensaciones para ir creando poco a poco un buen clima de confianza. La siguiente sesión, a la que llamo de encuadre, suelo dedicarle una duración de una hora y cuarto para todo lo que necesites expresar y hacer el historial. De esta forma yo puedo hacerme una idea de cómo te encuentras, las dificultades que tienes e ir viendo cómo vamos a trabajar. Las siguientes sesiones son de trabajo personal, a través de profundas reflexiones, técnicas que te ayuden a explorar y aprender a gestionar las emociones, descubrir cómo reaccionamos ante lo que nos sucede.
Algunas personas saben que tienen malestar para ir al psicólogo, pero les frena el hecho de que no sabrían expresar lo que sienten o de qué hablar. Yo os digo: no os preocupéis por eso, procurad llevar vuestro cuerpo y cerebro a la consulta y el profesional ya se encargará de ayudaros a verbalizar, o transmitir, lo que tenéis dentro.
A colación de esto; una lectora del blog me escribió para comentarme que le preocupaba no poder comunicarle al psicólogo todo lo que le gustaría por tener dificultad para expresarse y que, por lo tanto, el psicólogo no fuera capaz de ayudarla a «sacar todo lo que llevaba dentro» e irse de la sesión con la sensación de no haber hablado de lo que más le interesaba o dolía. Normalmente los profesionales tienen habilidades para ayudar a expresar lo que sientes. Si sientes que tu terapeuta no da con la tecla que a ti te gustaría, tendrás que avisarle. No hay fórmulas mágicas para esto.
Habrá sesiones satisfactorias, dolorosas, divertidas… no todas son iguales. Puede ser que a veces por no querer «sufrir», tengas reticencias para ir a terapia. Pero también te digo que se sienten muchas ganas de ir cuando descubres lo beneficioso que es para ti.
Hay algo muy importante. Repito. MUY IMPORTANTE. Si hay algo que no te cuadra de la propia terapia, algo con lo que no estás de acuerdo, que no te gusta y que te hace sentir mucha «incomodidad», informa de eso a tu psicólogo/a. Si no, vas a estar más pendiente de esa incomodidad que del trabajo que hay que realizar.
Pero, rizando el rizo superar esa incomodidad también forma parte del proceso terapéutico. 😉
A rasgos generales, esto es lo que puede suceder en las sesiones. Pero eso es un proceso íntimo donde tanto el psicólogo como tú decidís cómo llevar la terapia.
¿Te animas a empezar un proceso terapéutico... conmigo?
¡Ah! Que no tienes claro si ir o no al psicólogo…
Te invito a que leas este artículo «Cuándo ir al psicólogo»
Un abrazo fuerte.
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